Tendencias 21 // Verónica Castro // 27 de agosto de 2005 // (Extracto)
Las nuevas tecnologías pueden establecer transformaciones enormes en pilares muy fundamentales de nuestra existencia
El cerebro genera todo el tiempo un modelo del mundo, explica el neurólogo Mariano Sigman, miembro del Consejo Editorial de Tendencias21, en esta entrevista. Fluye en ambos sentidos vía sensaciones, acciones y círculos que se generan en el ambiente, en el sujeto y en otros cerebros. La plasticidad cerebral es mucho mayor de lo que generalmente se piensa, si bien la comunidad neurocientífica, que estudia las sensaciones, las percepciones, el conocimiento y sus respectivas maquinarias, es sumamente conservadora. Para este investigador de la arquitectura de los pensamientos, las nuevas tecnologías pueden provocar profundas transformaciones en pilares fundamentales de nuestra existencia. De hecho, en cierta forma ya estamos cyborgizados, asegura. Por Verónica Castro.
Mariano Sigman se licenció en Física en la Universidad de Buenos Aires e inició una prolífica carrera por distintos lugares y ramas de la ciencia. Se doctoró en Neurociencias en Nueva York, y en la actualidad es investigador en Ciencias Cognitivas en París. Además, este argentino de 32 años es un excelente divulgador científico, como lo demuestra en su libro El breve lapso entre el huevo y la gallina. En esta entrevista –entre ovejas con complejo de Edipo y un marciano que llega a la estratosfera– nos conduce en un viaje para entender algo del mundo del cerebro y la tarea de los científicos.
—Ud. se dedica a la neurociencia integrativa. ¿Podría contarnos de qué trata esta especialidad?
—La neurociencia es la ciencia que estudia el funcionamiento del cerebro. No es demasiado "chovinista" darle un nombre al estudio de un órgano –nadie se jactaría de estudiar higadociencia–, sino más bien el reflejo de una verdadera explosión de un campo. En el congreso de la sociedad estadounidense de neurociencias participan cerca de 30.000 personas cada año. Todas estudian el cerebro. Otra diferencia es la naturaleza recursiva de este estudio (estudiamos el órgano que nos permite estudiar) y el control del cerebro sobre el resto de los órganos, que hace que casi todo, aún la "higadociencia", sea de alguna manera neurociencia. De la misma manera que el estudio de la materia puede hacerse a distintas escalas (físicos estudiando partículas; químicos, moléculas; biólogos, células; físicos otra vez, materiales extensos; meteorólogos, tormentas, y físicos (están por todos lados), los planetas y el universo), el cerebro puede estudiarse a distintas escalas. La neurociencia integrativa es el estudio a gran escala del cerebro. La termodinámica de los estados cerebrales. Pero integrativo quiere decir muchas veces (y en mi caso también vale) no la integración en el espacio, sino la integración metodológica: de experimentos, modelos, computación, matemática. Siendo que los problemas a gran escala son difíciles incluso de postular, ambas versiones de neurociencia integrativa terminan pareciéndose.
—¿Qué es lo que más le interesa investigar, en qué ha estado trabajando en los últimos tiempos?
—Grosso modo yo trato de entender la arquitectura de los pensamientos. Descomponer un flujo de actividad de estados neuronales en estados estables y estudiar la transición de estos estados, a la manera en que lo hizo Freud en su momento, tratando de entender el lenguaje de los pensamientos, los que se superponen, los que se implican (y los mecanismos de superposición e implicación), pero un poco más fierrero. Creo que casi todos los que estamos en este asunto empezamos a trabajar en una metáfora, en una idea general sobre la cual nos da gusto circular. Después uno vive obsesionado por detalles menos importantes y cada tanto viene bien recordarse por qué uno se metió en esto.
(...)
Cada uno de nosotros somos el resto del mundo
—¿Qué hay de las ya enormes posibilidades detrás de la cyborgización del ser humano normal? ¿Se trata de una sustitución o una verdadera transformación de la acotada inteligencia humana?
—En el fondo hay que hacer un esfuerzo para no caer del todo en el delirio. Para mantenerse en la buena senda. El cerebro genera todo el tiempo un modelo del mundo. Infiere. Por eso, aun cuando a veces no hay nada afuera, soñamos o imaginamos, o escuchamos nuestras propias voces aun cuando no seamos esquizofrénicos. Lo que quiero decir, sin que sea demasiado new age, es que de alguna manera estamos en un equilibrio, que es dinámico, con el resto del mundo. Equilibrio un poco particular porque nosotros (cada uno) también somos el resto del mundo. La noción de identidad es complicada y los ejemplos son clásicos y enseguida se vuelven cartesianos. Si trasplanto íntegramente mi cerebro al cuerpo de mi vecino, ¿quién soy? Por suerte, como siempre nos salva el Diego y el argumento cartesiano se estrella. Imagínenlo sin su cuerpo o sin su cerebro. En cualquiera de los dos casos, no es él. La cyborgización es parecida. De alguna manera ya estamos cyborgizados, de la misma forma que el control de la agricultura es una técnica ancestral de manipulación genética. Los organismos genéticamente modificados, o los clones, son exacerbaciones tecnológicas del mismo fenómeno. Usar asiduamente un martillo o un caballo es estar cyborgizado. De cualquier manera, los cambios de escala seguidos se vuelven cualitativos y este puede ser el caso. El cerebro fluye (en ambos sentidos) vía sensaciones, acciones y círculos que se generan en el camino con el ambiente, con él mismo, con el cuerpo, con martillos y con otros cerebros. Fluir el cerebro de maneras alternativas, vía drogas nuevas, cables o lectores que puedan leer estados mentales mejor que nuestros propios músculos (como muchos cyborgs lo hacen), abre un panorama de cambios importantes. Y dirán los mejores conservadores, los cautos: tal vez con razón, por lo tanto hay que estar atentos. Esta posibilidad, la de puentear el músculo para fluir al espacio exterior, es para mí uno de los cambios más trascendentes.
Mariano Sigman: el cerebro genera todo el tiempo un modelo del mundo
—Estamos hablando de un sistema cooperativo hombre- máquina, o un hombre con dos cerebros ( uno humano y el otro artificial). ¿Cómo cree que este fenómeno transformará los conceptos de enseñanza y de aprendizaje en las próximas generaciones?
—Quién sabe. La vieja pregunta del Dormilón, o de Matrix , o de tantos otros que la volcaron antes sigue abierta y es una pregunta de fondo, me parece, para la filosofía y la política. Si todos vivimos dopados en un estado de permanente felicidad, pero sólo aparente, porque en el fondo un ciudadano externo a este mundo que no ha tomado la pastilla ve que nuestros cuerpos viven vidas miserables. ¿Estamos de acuerdo? Yo creo, como dije antes, que el cerebro tiene una plasticidad mucho más grande de la que se cree, y de la misma manera que hemos logrado llegar a un punto del cual muchos chovinistas se enorgullecen, como el lenguaje, Bach, los impresionistas y Fontanarrosa, creo que las nuevas tecnologías pueden establecer transformaciones enormes en pilares muy fundamentales de nuestra existencia. La estabilidad tiene un valor que para casi todo el mundo es agradable. Casi todos los jaques a la realidad (los delirios de la infancia, los sueños, las drogas alucinógenas, la esquizofrenia) tienen un factor común que son los malos viajes: la posibilidad no despreciable de caer del lado de la angustia. Generar un marco de coherencia, donde los objetos no dejan de ser rígidos, donde nada se mueve aunque la retina se esté moviendo todo el tiempo, donde los cuadrados son cuadrados aunque nunca sus lados sean iguales, es una especie de defensa. Con las nuevas tecnologías, como ya pasó con las drogas, sucederá probablemente algo parecido. Se convertirá a la vez en un objeto preciado, en un tabú, en un instrumento de poder.
(...)
—Ud. afirma que la llamada década del cerebro ha sido más prolífica en datos y avances tecnológicos que en ideas. ¿Cuáles han sido los avances más significativos y, dentro de las pocas ideas, cuáles las más visionarias?
—Es que justamente, no las hay. Es como si me preguntan cuál fue la mejor lluvia de una temporada de sequías. Hay conceptos importantes que se han ido trillando lentamente. Uno es de la extrema plasticidad del cerebro. Encontrar la plasticidad material, la regeneración neuronal, después de romper el mito falso de que el cerebro no renueva su sustrato (las neuronas) a partir de la adultez. Mostrar que esto tiene una relevancia cognitiva. Al mismo tiempo, y por las mismas vías, la plasticidad de la identidad, la capacidad de una neurona (o incluso de células que no son neuronas) de volver a incorporarse a un ambiente extraño y comenzar un nuevo ciclo. Y la plasticidad a gran escala, de cortezas auditivas que se vuelven visuales si son correctamente estimuladas o viceversa. En fin, la moldeabilidad del cerebro a todas sus escalas, si se cuenta con las recetas adecuadas.
(...).
Esta entrevista se publicó íntegra y originalmente en Educar, el portal educativo del Estado argentino.
(http://weblog.educ.ar/educacion-tics/cuerpoentrevista.php?idEntrev=88)
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http://www.tendencias21.net/Mariano-Sigman-el-cerebro-genera-todo-el-tiempo-un-modelo-del-mundo_a705.html
Libro citado:
El breve lapso entre el huevo y la gallina, Mariano Sigman
http://www.cuspide.com/detalle_libro.php/9879873173
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